Fundadora

La reverenda Madre Domitila fue la fundadora de la Congregación “Misioneras Hermanas de Betania”

La Reverenda madre Domitila Hunneus Gana, nació el 4 de junio de 1874, que en aquel año coincidió con la fiesta del Corpus Christi, en el seno de una numerosa y distinguida familia de Santiago(Chile), siendo la séptima de los once hijos que tuvo el matrimonio; se le puso Domitila, en memoria de una hermanita que había muerto de temprana edad y que llevaba este nombre. Su padre, don Jorge Huneeus, distinguido abogado y persona de gran talento, fue Rector de la Universidad, Ministro de Asuntos Exteriores y ostentó otros títulos honoríficos. Su madre, doña Domitila Gana, hija de una muy distinguida familia de Talca (Chile), unía a una fina cultura y gran piedad, dotes excepcionales para la educación de sus hijos.

Educada en el Colegio que las Religiosas del Sagrado Corazón acababan de abrir en Santiago, se distinguió por su aplicación, mostrando un gran amor al estudio que le resultaba fácil por el talento excepcional de que había sido dotada. Aprendió piano y lo tocaba maravillosamente; también varios idiomas y pintura.

En el colegio y en su propio hogar, aprendió desde niña a conocer y amar al Corazón de Jesús y con su alma delicada y vibrante se entregó a ÉL desde jovencita. Gustaba de contar el entusiasmo con que de niña en el colegio se dedicaba a hacer pequeños sacrificios para arrancar las espinas que clavan en el Corazón de Jesús los pecados de los malos. Tenía 14 años cuando murió don Jorge Huneeus y la pérdida de ese padre idolatrado, la sumió en una tristeza que puso en peligro su vida, quedando algo delicada de salud.

Desde entonces su vida se orientó completamente hacia Dios; no tenía otro deseo que el de consagrarse a Él por completo; su vocación fue contrariada por su mamá, quien a pesar de ser tan piadosa, le negaba el permiso para hacerse religiosa, temiendo por su salud y queriendo que, como sus hermanas, formara un hogar, aceptando alguno de los buenos partidos que se le presentaron y que ella rechazó siempre.

Estas fueron sus primeras amarguras, los primeros pasos en la vía dolorosa que la llevaría a la inmolación total de los últimos años.

Siguió pues en su casa, pero si tomar parte en las fiestas de mundo más que cuando era forzada por las circunstancias. En medio del ambiente de lujo que la rodeaba, se la sentía en un plano superior, unida a Dios, no dejaba por eso de ser cariñosa y llena de atenciones para su mamá y hermanos que la querían mucho.

 

En espera de poder realizar su vocación se dedicó a las obras de caridad. En unión de dos de sus hermanas, fundó la obra de las “Ollas infantiles” para las Escuelas Católicas de Santo Tomás de Aquino, destinadas a los niños pobres. ¡Cuántos desvelos y fatigas le costó esta obra y qué de penas, humillaciones y sinsabores!, pero el éxito fue grande, logrando dejarla establecida en 17 escuelas.

Con su hermano Roberto, que la amaba mucho, hizo un largo viaje por Europa, residiendo en París y Roma una temporada. Visitó Francia, lo mejor de Italia y por fin Palestina. En su “Diario”, dejó hermosamente descritas las impresiones de estos viajes en los que gozó tanto su alma y también su temperamento amante de todo lo bello.

Por el año 1910, estuvo en Santiago trabajando en la Obra de Entronización del Corazón de Jesús en los hogares del Reverendo Padre Mateo Crawley, siendo de los primeros hogares consagrados el de la familia Huneeus Gana. Este Padre, que fue su director espiritual durante varios años, tuvo la inspiración de fundar una Congregación Religiosa destinada especialmente a dar a conocer al Corazón de Jesús y a trabajar por el establecimiento de su Reinado. Varias veces le habló a ella de este proyecto diciéndole que era la escogida por Dios para realizarlo.

Desde París, en el año 1917, le escribió el P. Mateo llamándola para realizar dicha fundación, no pudiendo ella corresponder a la llamada del Padre por haberse quedado sola con su mamá que estaba enferma. Muerta su madre en 1920, pensó irse a París para ponerse a las órdenes del Padre, pero los que la aconsejaban, estimaron mejor, por varios motivos, realizar la Obra en Chile.

En octubre de este mismo año, acompañada de su prima Isabel que se le había unido, embarcó con rumbo a Europa; las acompañaba su hermano don Antonio Huneeus que iba delegado por el Gobierno a la Liga de las Naciones.

En la mañana del 16 de enero de 1921, acompañada de su gran amiga la señora Amalia Errázuriz de Scubercaseaux, esposa del Embajador de Chile ante la Santa Sede, y de su prima y primera compañera, fueron recibidas en audiencia privada por su Santidad Benedicto XV; previamente había sido informado el Santo Padre por Monseñor Buenaventua Cerretti, el Sr. Arzobispo de Santiago y Monseñor Castro, Obispo de Ancud (Chile). Impuesto el Papa por la señorita Hunneus de sus proyectos de fundación, recibió de su Santidad palabras de aliento, les dijo : “Esta Obra puede ser grande, muy grande”, aceptó, recomendó y bendijo el proyecto.

De regreso a Chile y arreglados sus asuntos de familia, la señorita Huneeus, se retiró con su prima al Convento de Santa Rosa de las Madres de los SS.CC., y allí hicieron una especie de noviciado para prepararse a realizar sus santos deseos. Estando en Santa Rosa se unió otra compañera.

En una casita humilde del mismo Santiago se inició la Fundación, diciéndose la primero Misa el 8 de septiembre de 1922. La labor cristianizadora en los hogares dio como resultado muchas conversiones y fueron numerosas las Entronizaciones hechas ya desde un principio.

 Fueron presentándose nuevas vocaciones y resultando pequeña la Casa, compraron una más capaz al año siguiente.

 

El ambiente de la Comunidad estaba impregnado de ese fervor y generosidad que sabía comunicar la M. Domitila; sólo verla en oración ante el Santísimo Sacramento, enfervorizaba.

 

 

Deseando la Madre dar solidez a la Obra, pues eran solamente una Pía Unión, embarcó con una Hermana el 19 de mayo de 1928, con rumbo a España, donde habían sido invitadas a fundar; de allí partió para Roma para solicitar de la Santa Sede el “Nihil Obstare” y la revisión de las Constituciones. En París encontró al P. Mateo y con él definieron de modo concreto, el espíritu que habían de tener las Religiosas de Betania; ya no volvieron a verse, pero mantuvieron correspondencia epistolar durante muchos años.

 El 8 de enero de 1929, fue concedido por la Sagrada Congregación de Religiosas el “Nihil Obstare” y como resultado del mismo, Monseñor Crescente Errázuriz, Arzobispo de Santiago, las erigía en Congregación Religiosa. Recibía la Madre el gran consuelo de ver afianzada la Obra que el Señor le había confiado, en la recién fundada Casa de Barcelona; muchas fatigas y grandes cruces le había costado y su corazón, siempre agradecido, entonó un íntimo ¡Te Deum!

Embarcó nuevamente para Chile en agosto de 1932, con el fin de visitar la Casa de Santiago, y después de pasar unos meses en ella, para evitar diversidad de espíritus, cerró aquella Casa por un tiempo, con autorización del sr. Arzobispo, trayéndose a las Religiosas que la componían a la Casa de Barcelona, que quedó constituida Casa Generalicia.Aquí desplegó la Madre sus dotes de forjadora de almas en la formación de sus Religiosas y su celo grandísimo por la gloria del Corazón de Jesús y salvación de las almas.

 Se abrieron Centros de Instrucción Religiosa, Catecismos, Cursillos de Apologética, se organizaron Misiones, etc..,etc.. Los hogares Entronizados, después de haber obtenido una renovación en la vida cristiana de los mismos, fueron numerosos, Una nueva fundación hecha en Madrid que desde un principio tuvo vida exuberante, las vocaciones que se iban presentando, todo auguraba un surgir magnífico de la Obra. La revolución del año 1936 derrumbó todas las esperanzas, las dos Casas fueron asaltadas y las Religiosas salvaron providencialmente su vida saliendo de España. ¡Cuánto sufrió en esta época la M. Domitila! Su corazón delicado le hacía sentir intensísima pena ante tantas profanaciones y crímenes.

En Génova pudo reunir a todas sus Religiosas y dejando algunas en Roma , embarcó para Chile con las restantes, fundando allá dos casas. Terminada la revolución en España, regresó la Madre a Barcelona, sede de la Casa Generalicia y su vida comenzó a ser desde entonces un seguido de operaciones, enfermedades y sufrimientos.

Se distinguió la Madre Domitila por un gran espíritu de oración y un amor delicadísimo al Corazón de Jesús. 

 

Después de casi cinco años de invalidez, por la que renunció a su cargo de Superiora General, víctima de grandísimos dolores, murió el 9 de octubre con la serena paz que reflejan las palabra dichas a una hermana que le preguntaba si no temía a la muerte: “

 

 

No,¿por qué he de temer el encontrarme con el Corazón de Jesús si le he amado siempre?”.

 

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